sábado, septiembre 09, 2006

Haciendo la diferencia

Mientras más me esfuerzo por tratar de sacar bien una coreografía, más frustrado me siento. Sé que no soy un buen bailarín, ahora, pero eso no es lo que más me molesta. Me molesta sobremanera el hecho de que nadie me apoye, de no contar con ningún hombro cercano en el cual apoyarme en esos momentos de desesperación coreográfica, el no tener algún cercano, algún amigo que pudiera enseñarme los trucos del baile, las artimañas de las coreografías, la esencia de la música. Lloro, escondido bajo mis sábanas, profiriendo los más desgarradores y silenciosos gritos que mi garganta encuentre en mi dolido y angustiado corazón. Lloro a mares. No solo mares de lágrimas; también mares de energía, de alegría y de ganas de vivir salen de los ojos de mi alma, y se pierden en las inmensidades del espacio. Ya no estudio con ganas, ya no río con la alegría de siempre; mis ojos no disfrutan de la belleza de mi entorno, mis manos están cada vez más frías y ásperas. Lo único que me queda ahora es la música y el baile, y cada vez los siento más lejanos. Cada minuto siento que mis ideales y mis sueños se alejan más. Me siento cada vez más tieso, mis brazos están más inertes, y creo perder el ritmo por cada segundo que pasa.

Fui una vez a un evento, y quedé maravillado con las acrobacias que alguna gente de la comunidad hacía. Hace, en realidad. Y los veía disfrutar de la música, gozar del baile, la alegría brotaba a borbotones de sus rostros. Y me sentí tan poco, tan disminuido frente a ellos, que solo quería correr y escapar de ese lugar. No quería volver a saber de ellos jamás, porque creía que se burlarían de mí, de mi noviciado, de mi ignorancia y de mi mediocridad. Tengo que decir que eso nunca sucedió, pero siempre he pensado que se dicen cosas a mis espaldas. Tal vez porque me sé pedante y agresivo al hablar. O quizás porque mi ego supera mi racionalidad, y el egocentrismo se hace patente cada vez que me siento observado.

Cosa extraña, necesito de la comunidad más de lo que creía. Es el único lugar donde me siento a gusto, cómodo conmigo mismo. No sé qué me puede haber hecho cambiar tan radicalmente mi opinión, pero lo cierto es que en otro lugar no he encontrado lo que he descubierto allí. En el mundo de colores del parapara y el eurobeat realmente soy yo, sin caretas ni escudos en mis actitudes o mis opiniones. En la esfera rosa y amarilla del parapara no necesito defenderme de nadie, porque realmente todos se apoyan. No hay más competencia que el sano afán de superación propia - no como en el resto del mundo. No me preocupo de que me difamen (más allá de mi infundada paranoia), porque sé que ellos no piensan en ello. He descubierto que ése es el lugar para mí, donde puedo, sin temor a nada, descubrir hasta lo más hondo de mi corazón, y tengo casi la certeza de que nadie se va a aprovechar de eso. Podría decir que estoy realmente enamorado de ese lugar, el más hermoso que he conocido en años.

Y en estos días que han sido aciagos y de reflexión profunda, me doy cuenta de que la gente de allí ha sido mi salvavidas, mi cable al cielo (para abstraerme de este horrible lugar que es la tierra). Y me siento tan poca cosa frente a ellos, me da tanta vergüenza aparecer frente a ellos que he pensado varias veces en desistir definitivamente y no aparecer más, como lo hice tantas veces con los proyectos que no me resultaban, que pensaba que no era apto para ellos. Tantas veces fui mediocre, que una más me irrita hasta decir basta, y una más daría lo mismo. Y creo que esto no es para mí, que podría gastar tres vidas completas en aprender a bailar, y aun así no lo lograría. Pero claro, está mi bendito orgullo de por medio. Y por culpa de eso no puedo aceptar mis errores - así como no puedo tirar la toalla. Me siento tan sobrecargado, y la verdad es que no sé de qué, porque todo son ideas mías. Son todas conjeturas sobre bases imaginarias, rumores inventados por mí, y una paranoia desenfrenada producto de mi ególatra y derruida autoestima. Y lloro, y grito al cielo - todo sin hablar -, y no acabo de entender qué hago mal. Hay algo raro en todo esto. Y siento que ese algo soy yo. Siento que no encajo en ningún lugar, que no tengo puertas abiertas en ninguna parte. Me miro y estoy triste, no encuentro la alegría que tenía hace un año. Para más, mis estudios no ayudan a que me sienta mejor. Necesito algo que me llene. Quizás necesite de alguien que me quiera. O algo que me quiera. Ahora solo estoy seguro de mi propia existencia, sin respuestas, pero con todas las preguntas sobre la mesa. Puede que solo necesite algo que me dé fuerzas para vivir. El problema es que no sé dónde buscar.

Mientras más bailo, más me frustro. Más me decepciono de mí mismo. Pero tomé una decisión, firme como pocas. No importa si yo tengo que descubrir solo los secretos del baile. No importa si no tengo un hombro sobre el que apoyarme. No necesito por ahora de eso. Ahora, voy a seguir bailando, y voy a bailar con el alma. Siempre. Voy a practicar, hasta desfallecer. Y cuando despierte, seguiré practicando. Voy a ser el mejor, de todas maneras. Algún día todo va a cambiar, y yo voy a estar al frente de ese cambio. No va a haber nadie que me detenga. Voy a ser el mejor. Y el mejor de los mejores. No voy a descansar hasta lograrlo.
Lo rico de todo es que hay pequeñas cosas que siempre te recuerdan que en este día salió el sol. Lo malo, que no siempre ocurren cuando las necesitas, o no siempre te das cuenta.

Si supiera qué paso tomar ahora, con qué pie empiezo a caminar, sería todo más fácil. Sé que expongo esto a mucha gente, y que podría ser extraño el hecho de dejar mis sentimientos al aire. Tengo una teoría al respecto de los blogs: la gente escribe acá porque sabe que alguien, tarde o temprano, lo va a leer. Yo soy uno de esos, de los que no puede tener un diario de vida porque solo yo lo leo; necesito que alguien llegue a saber que escribo, lo que escribo, y que se imagine por qué escribo. Quizás es una necesidad de llamar la atención (innegable que me gusta la atención), de ser elogiado. Sea lo que sea, es por lo menos halagador que consideren que escribes bien, sobre todo gente que consideras autorizada, y a quien le creerías. Es una de las mejores cosas que podrían pasar.

Ahora, creo que me desvié del tema. Pero me detengo, pienso, y recuerdo que en realidad no hay tema, que estoy haciendo la diferencia lanzando palabras al aire, palabras ácidas, con intención de ser no intencionadas, con el objetivo de no tener nada que alcanzar, de morir inocuas dentro de una burbuja corrosiva.

Creo que la dispersión literaria es demasiada. Por ahora, cambio y corto.

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